Estamos iniciando una serie de entregas sobre la “Historia de las clases medias en Argentina”, uno de los temas en boga frente a nuevos fenómenos políticos de derecha a nivel internacional y en particular Brasil, en donde este sector popular brinda su apoyo a personajes como Bolsonaro. Los siguientes artículos estarán referenciados principalmente en el estudio de Ezequiel Adamovsky [1].

Prof. Martín Aranda

Clase media 1

Nuestra historia comenzó con el proyecto de la élite dirigente, en las décadas finales del siglo XIX. Con la idea de incorporar a la Argentina en el mercado internacional como proveedora de materias primas, sobre todo agroexportadora. La decisión significó una rápida profundización del capitalismo: el mercado pasó a definir diversos aspectos de la vida de las personas, al tiempo que se erigió un Estado con el poder de moldear y regular las relaciones tanto sociales como laborales.

Al mismo tiempo, el desarrollo económico y político destruyó actividades y ocupaciones independientes que habían existido hasta entonces, y trajo un aumento sin precedentes de las personas que debían trabajar para otros a cambio de un salario. Estos alteraron profundamente las relaciones entre los habitantes; donde la élite se presentó con un proyecto de «civilización”, y la discriminación social y racial que existía desde tiempos coloniales se vio consolidada.

Los “morochos” y los criollos con modales «no europeos» se vieron inferiorizados, culpados de poner obstáculos al progreso con su «barbarie». Como resultado, buena parte de las mejores oportunidades que ofrecía el capitalismo fueron aprovechadas por los blancos (muchos de ellos inmigrantes europeos) que vivían en las regiones más «civilizadas», especialmente en la pampeana.

Los cambios fueron muy rápidos y ya no fue claro, como era entonces, quiénes formaban parte de la sociedad «respetable» y quienes no. La escuela, los intelectuales, la publicidad y la cultura dominante se esforzaron por transmitir nuevas pautas de comportamiento «decente» o por reforzar las antiguas. Además del tipo de ocupación y el nivel educativo adquirido, la «urbanidad» en los modales, la «buena presencia», el lugar de residencia, el comportamiento de las mujeres de la familia y un consumismo alto se hicieron indispensables para indicar el nivel social de las personas.

En esta sociedad compleja y cambiante fue arraigando lentamente, a partir de los años veinte del siglo XX, la identidad de «clase media». Pero no surgió de modo espontáneo. La expresión «clase media» comenzó a ser utilizada por ciertos intelectuales a partir de 1920 con fines políticos precisos. En esos tiempos existían fuertes corrientes anarquistas y comunistas que amenazaban el orden capitalista. Y no sólo era eso, sino también los intensos lazos de solidaridad y lucha en común que los trabajadores habían sabido tejer con amplios sectores medios, sector medio que había tenido -en gran parte, al menos- origen en esa clase trabajadora.

Así, liberales, conservadores, católicos, nacionalistas y algunos radicales comenzaron a aludir públicamente a la «clase media» y a interesarse por su suerte. Alejar a una «clase media» de la masa de los sectores populares y darle un lugar de orgullosa superioridad frente a los trabajadores era una manera de trazar una frontera de identidad que contrarrestara los lazos políticos entre clase baja y grupos medios, separando –dividiendo- el cuerpo social. [2]

Clase media 2

Pero el momento de arraigo definitivo de la identidad de «clase media» fue el del peronismo. El inesperado movimiento social que encumbró a Perón cuestionó de diversas maneras las identidades sociales existentes, además de perjudicar algunos de los intereses económicos de la élite y de ciertas secciones de los sectores medios. El sitio relevante que alcanzaron los trabajadores manuales, la visibilidad que adquirieron los «cabecitas negras» y “grasitas”, el nuevo lugar político que ocuparon las mujeres, la efectividad de las formas colectivas de mejorar las condiciones de vida (en oposición al esfuerzo individual), todo eso causaba interferencias en los modos hasta entonces aceptados de definir quién era “respetable” y quién no.

Aunque no cuestionaron los fundamentos del capitalismo, los años de Perón condujeron a un mejoramiento en la distribución de la riqueza y a una mayor igualdad en las relaciones sociales. La figura del trabajador se convirtió en eje sobre el que giraba la nueva identidad nacional que proponía el peronismo. No era que se excluyera a las otras clases u ocupaciones; aunque el peronismo propició el desplazamiento de los apellidos patricios (aristocráticos) de los cargos medios y altos en la mayoría de las instituciones. Pero la imagen del obrero se convirtió en la encarnación del futuro de grandeza que esperaba a la Argentina.


[1] Es doctor en Historia por University College London (UCL) y licenciado en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Es investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y ha sido investigador invitado en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) en Francia. Se desempeña como profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Y dicha obra es “Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003.”

[2] Aunque por otros motivos, trayendo esa expresión de los debates europeos, los socialistas también contribuyeron a difundir la nueva expresión.