Silvana Garnica

LA ESCLAVITUD

La definición de la palabra esclavo dice: “persona que por estar bajo el dominio de otra, carece de libertad”; mientras que la definición de esclavitud es: “sujeción por la cual se ve sometida una persona a otra, a un trabajo o a una obligación”. Una persona podía ser esclavizada por ser prisionera de guerra, por poseer deudas o para pagar una pena o castigo.

La esclavitud es tan remota como la misma sociedad. Babilonia, Persia, Grecia, Roma, entre otras fueron sociedades esclavistas; por lo que no era condenada. El judeo-cristianismo tampoco condenó la esclavitud y la aceptaron como algo natural; tal es así que cuando Fray Bartolomé de las Casas se escandalizó por la rápida desaparición de indígenas en las Américas y como eran explotados en las labores, recomendó que fueran sustituidos por negros.

DE ÁFRICA HACIA AMÉRICA

África mostrará un desarrollo político, cultural y económico entre los siglos VII y XVI surgiendo nuevos estados y reinos como el de Zimbabwe, Mali, Mutapa Ghana y el Congo. Este desarrollo llevará a que se estrechen las relaciones de intercambio con otros reinos, sobre todo con el de Portugal.

La potencia lusitana llega al Congo en 1482 (aunque en 1441, el país europeo ya había incursionado en la captura de esclavos en la zona de Angola). y desde allí mantiene una fuerte relación comercial con dicho reino. Esta relación beneficiará a Portugal que tendrá acceso a toda la costa Occidental africana y le facilitará la obtención de esclavos, ya que después del Tratado de Tordesillas (1494) será la única potencia en tener el monopolio en el tráfico esclavista.

Con la conquista de América y la debacle poblacional indígena se triplica el tráfico, se establece el “comercio triangular” y comienzan las incursiones al África oriental para obtener más esclavos, Sin embargo los portugueses no serán los únicos en dedicarse a la venta de esclavos, la corona española otorgara permisos a otras potencias como Gran Bretaña, Francia, Holanda y Alemania.

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No hay una cifra exacta sobre la cantidad de personas que fueron extraídas de África para ser vendidas en América, pero se calcula que fueron entre 50.000.000 o 90.000.000; un ingente número, teniendo en cuenta además que no toda la población esclava llegaba a destino debido a que la mayoría moría (más de la mitad) en la travesía y otros tantos no fueron registrados por el intenso contrabando.[1]

El estado en que los negros eran transportados era de lo más deplorable e inhumano. Antes de embarcarlos eran reunidos y marcados con hierro candente (esta práctica era llamada carimba), los hombres en la espalda y las mujeres en los muslos-para identificar a que compañía negrera o a cuál traficante pertenecían; esta acción cruel era tan aterradora para los negros que muchos intentaban fugarse antes de arribar a las naves o tumbeiros[2].

Encadenados en barcos de carga de menor capacidad, no tenían espacio para moverse e incluso varios morían asfixiados de tan apretados que iban, su alimentación era muy pobre (arroz o harina cocida y un poco de charqui o tasajo). Las condiciones sanitarias eran casi inexistentes lo que favorecía la proliferación de enfermedades, la viruela y la disentería fueron las que más estragos causaron.

Pasadas las etapas anteriores se depositaba a los negros en barricadas que estaban en igual o peor estado que los barcos. Durante su estancia en las mismas se procedía al “engorde” es decir que recibían una mejor alimentación y se los untaba con aceite para que mostraran un aspecto saludable para ser vendidos.[3] Luego se procedía al “palmeo” medida con la que se clasificaba a los negros. Cuando un negro, sea hombre o mujer de entre quince hasta los veinticinco o treinta años, era sano, fuerte, sin marcas ni defectos se lo denominaba “pieza de Indias” Generalmente para venderlos se llevaba al cargamento humano a las plazas públicas o lugares abiertos, para vigilarlos y así comenzar con la subasta. Los precios de las piezas dependían de muchas variantes: estado físico, destino y quiénes eran los compradores.

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Detalle del «acopio» de esclavos en los buques que los transportaban

LA MANO DE OBRA ESCLAVA.

Los principales puertos que recibían a los esclavos en Hispanoamérica fueron los de Cartagena, Veracruz, La Habana y Buenos Aires .Introducidas las piezas eran distribuidas a distintos mercados, el Alto Perú y Chile demandaban el 70% de la mano de obra esclava que ingresaba por el puerto. A pesar de introducir la carga humana el contrabando no cesaba, sino que aumentaba al no haber una mayor inspección como en el caso del puerto de Buenos Aires.

El Río de la Plata no se dedicó a una actividad agrícola extensiva, como el cultivo de plantaciones – caso de Brasil y el Caribe – sino que se orientó más a la actividad ganadera; no explotó a los negros como fuerza de trabajo. A esto se sumó el hecho de que los africanos eran caros y se los destinó más que nada al trabajo doméstico. El trabajo del esclavo dependía generalmente del ámbito donde se encontrara: el rural o el urbano; en el primero se dedicaba al cuidado del ganado, el cultivo y ayuda en la producción de lo que se dedicara la hacienda a la que pertenecía, por supuesto que el propietario trataba de cuidar su inversión y su trabajo no era tan peligroso de ahí que se desempeñara como capataz o peón rural, muchos preferían que se dedicara al ámbito doméstico y al cuidado de la hacienda.

El propietario debía vestir, alimentar y catequizar al esclavo, el cuál en pago de estas atenciones debía entregar un jornal diario (entre 6 u 8 reales, en aquél tiempo). Si la ganancia diaria era mayor que el jornal impuesto, el amo le permitía al esclavo quedarse con el resto así podía juntar la cantidad que estipulaba para que éste pudiera comprar su libertad. No es de asombrarse que varias familias se sostenían con los ingresos aportados por los esclavos, incluso familias de la élite venidas a menos, lo que dificultaba que se los liberara. Los amos debían encargarse de que el esclavo aprendiera un oficio que le serviría para ganarse el jornal del día (zapateros, sastres, carpinteros, etc.)

EL COMERCIO DE ESCLAVOS EN EL ESPACIO JUJEÑO.

La ciudad de Jujuy tenía una ubicación privilegiada para comerciar con el Alto Perú; al estar ubicada en la entrada de la Quebrada de Humahuaca, lugar de tránsito ineludible ya que en Jujuy finalizaba el camino carretero y para seguir hacia el norte se debía ir a lomo de mula. Debido a sus características geográficas hay una integración entre lo urbano y lo rural, los diferentes pisos ecológicos (puna, quebrada, valle y pedemonte) se relacionaban a través de la actividad mercantil.[4]

Su economía de carácter regional era dinámica por la circulación de la plata potosina. La actividad económica más fuerte era precisamente el tráfico mular, le seguía el tráfico vacuno, de géneros de Castilla[5] y efectos de la tierra que comerciaban con las otras provincias del Rio de la Plata (Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba, Salta, Santa Fe y Buenos Aires). Otra ocupación importante era la invernada del ganado mular, el cuál era esencial para transportar los productos.

A pesar de ser un distrito de cariz eminentemente comercial Jujuy era, “un lugar de paso”. Por ese motivo mercaderes y comerciantes de todo tipo rondarán por la ciudad, sean vecinos o residentes.

Con respecto al tráfico de esclavos en Jujuy, quizá era tan dinámico como el de Buenos Aires y Córdoba. Al ser zona de tránsito los negociantes pedían permiso para transportar la mercancía, tal es el caso de Juan Joseph Yramain (1783) el cuál solicitó uno para llevar un contingente de 16 esclavos y 77 mulas al Perú. El comercio negrero interior y local también era intenso. Se daba el caso de comerciantes que vivían en otras ciudades pero al tener negocios en Jujuy, designaban un apoderado –generalmente un vecino de la ciudad- que atendiera sus intereses. Es así que Joseph Robledo Granada (1761-1762) era el apoderado de Blas Benito Ximenes (ambos comerciantes) y en nombre del último ejecutó varias ventas de esclavos a distintos residentes de la región.[6] Misma situación de Juan Antonio Fernández de la Bárcena (1791) comerciante residente de la ciudad de Jujuy que vende un esclavo en nombre de Francisco Rufino, vecino de San Juan, a Martín Otero.[7]

Dejando de lado la veta comercial, otras razones por la que se llegaba a vender esclavos era por deudas o por crisis económicas. En caso de muerte del propietario del/los esclavo/s, se dejaba el asunto en manos del albacea, apoderado o tutor si los dueños eran menores. Es decir al comprador no le interesaba el servicio o fuerza de trabajo del esclavo, sino la posesión en si del mismo; si los vaivenes de la economía eran constantes ya tenía un capital de resguardo solo en la posesión del esclavo, dependía de él en que momento era conveniente venderlo, cuanto más alta la demanda de mano de obra esclava mejor. Es por eso que el esclavo era usado como si fuese una moneda, con él se pagaban deudas o se dejaba en garantía hasta saldarlas y muchos prefirieron invertir en la compra de esclavos porque era una manera segura de tener dinero constante y sonante.

Durante el siglo XVII, el sector social más poderoso era la élite encomendera; familias como los Argañaraz, los Zárate, los Loayza, los Ovando en la Puna, entre otros poseían el suficiente capital y tierras para producirlas; aunque disponían de los indígenas encomendados que trabajaban para ellos, los encomenderos tenían esclavos que dejaron como dote a sus hijas o como herencia.

Entrado el siglo XVIII otro sector entrará en escena y desplazará en el poder al grupo encomendero, la élite mercantil (que conservará los lazos con la vieja élite encomendera a través del matrimonio y parentesco) se posicionara en lo alto del escalafón social. Esta nueva élite comprendiendo las fluctuaciones del mercado obtendrá con la compra de esclavos, no solo una muestra de status social, sino el resguardo económico que necesita. Apellidos como los Sánchez de Bustamante, Goyechea, Del Portal, Bárcena, Alvarado, entre otros son habituales en las transacciones de compra venta de esclavos.

SOBREVIVIR EN LA COLONIA: ADAPTACIONES, ESTRATEGIAS Y RESISTENCIA DE LOS NEGROS.

Los negros traídos de África para sobrevivir en su nueva condición de esclavos en una sociedad estratificada, debieron adaptarse y utilizaron diferentes estrategias que les permitió sobrellevar la nueva situación en la que se encontraban.

Cuando los negros bozales (eran llamados así los negros que no hablaban el español) llegaron a esta tierra que les era desconocida no pensaron que el idioma de los amos sería un elemento de unidad y comunicación entre los distintos grupos que arribaron. Esta fue la primera adaptación que tuvieron que lograr: aprender el idioma de los amos. Si lo lograban eran llamados ladinos y por esa cualidad su valor aumentaba, además de permitirles lograr una mejor situación laboral ya que los ladinos generalmente eran llevados al ámbito doméstico mientras que los bozales eran más propensos a ser trasladados para trabajos más duros, como en el caso del espacio rural.

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Trapiche azucarero accionado por esclavos

A medida que los esclavos se adaptan practican estrategias que les permiten hacer su vida más llevadera. Adoptan conductas que son consecuentes con la pretensión de los amos, como por ejemplo adoptar la religión cristiana, ser sumisos y obedientes, etc. a cambio obtenían cierta consideración, a veces real aprecio y afecto y también la libertad.

A partir de la sanción del Código Negro en 1789 en donde se regula el trato de los esclavos, muchos de ellos se acercan a la justicia y conocen que figura puede defenderlos y proteger sus intereses; es así que surge la figura del Defensor de Esclavos en el siglo XIX, que derivó del Defensor de Pobres y Naturales del siglo XVIII. De esta manera los esclavos que buscaban alcanzar su libertad o defenderse de un amo abusivo utilizaron estrategias del sistema legal para lograrlo.

En Jujuy, los negros recurrieron a la justicia muchas veces de acuerdo a la situación que les tocaba vivir.

Una muestra de maltrato y de que se recurre a la justicia para defenderse se da en la situación de Agustín de la Tijera (1741), quién debe apelar su sentencia a la Audiencia de Charcas y declararse pobre de solemnidad para poder enfrentarse contra su antiguo amo José Antonio de Goyechea. Agustín lo acusa de daños físicos y acoso legal, como Goyechea es Alcalde de primer voto y perteneciente a la élite es previsible que recibe apoyo en su postura y se procederá injustamente con el mulato. El Cabildo jujeño, por influencia del antiguo amo, lo condena a ser encarcelado con grillos, embargo de bienes y destierro de la ciudad; resolución que afecta a su padre y hermanos ya que el los mantiene con su trabajo.

El ensañamiento contra Agustín se debe a que su ex amo le había prestado dinero para comprar su libertad y no se había cancelado la totalidad de la deuda. Sin embargo la Audiencia de Charcas, considerando la desventaja en la que se encontraba Agustín de la Tijera, resuelve cancelar la deuda debido a los maltratos y poca fiabilidad de Goyechea, al presentar recibos falsos.[8]*

La esclava Theodora Bado pide que se la tase para poder comprar su libertad, alega que quiere ser emancipada por su edad (60 años), las autoridades ordenan que ella seleccione un tasador y su ama Doña Ángela Prieto elija otro. Theodora nombra a Don Juan José de Sandoval como su tasador y su ama a Don Pedro de la Torre y Varela; ambos tasadores hacen que la esclava sea revisada por un médico para que notifique sobre su estado de salud. Debido a que su salud no es óptima y a su edad, el tasador de Theodora la valora en 80 pesos mientras que el de Ángela Prieto lo hace en 200 pesos; éste último gana la contienda y queda el precio más alto para que la esclava pueda comprar su libertad. Pese a todo Theodora logra juntar la suma (no se sabe si logró ahorrar o alguien le prestó el dinero) y finalmente obtiene su emancipación.[9]

Una forma de resistencia de los esclavos era la fuga, si bien no se encontró en Jujuy un grupo abierto de resistencia contra sus dominadores como por ejemplo el Quilombo de Palmares que duró 130 años o la rebelión de esclavos de Mendoza de 1812, que fue desbaratada antes de concretarse, la fuga era una modalidad de resistencia contra la opresión y las injusticias a la que era sujeto el esclavo. Estos prófugos se escapaban de los hogares en los que servían cuando eran maltratados y explotados y se iban a la zona rural donde había un menor control o se trasladaban a otras ciudades; a veces regresaban con la esperanza de ampararse en la justicia y lograr un cambio en su situación, aunque no siempre lo lograban.

Un caso de fuga y de regreso para obtener la libertad es el del esclavo Bentura que se escapa de la casa de su amo Pedro Juan Salazar (no se aclara los motivos de la fuga). Bentura recurre al defensor de esclavos y pide que se le ponga precio de venta; su amo quiere venderlo a 300 pesos. El defensor de esclavos no acepta el precio, aduce que es un precio muy alto además de que tiene evidencia de que el esclavo fue comprado a 100 pesos. Se pide una tasación para Bentura y como Salazar se niega a hacerlo y pone obstáculos, la justicia impone un tasador en representación de él, en contrapartida Bentura puede elegir un tasador. Los tasadores hacen revisar a Bentura por un médico para determinar su estado físico y por lo tanto el precio. Pero surge un inconveniente, el amo asegura que el esclavo es zapatero y esto aumentaría su precio, el defensor manifiesta que es solo ayudante por lo que se toma un examen. La justicia determina que Bentura compre su libertad a 100 pesos y ordena a Salazar que le otorgue carta de libertad.[10]

DECADENCIA DEL TRÁFICO NEGRERO Y ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD.

Con las nuevas ideas de la Ilustración y la transformación política debido a la Revolución de Mayo el nuevo gobierno republicano vio con buenos ojos las ideas abolicionistas.

Instaurada la Asamblea General del año XIII primeramente se sanciona la “libertad de vientres”, es decir, que todos los nacidos a partir del 31 de enero de 1813 nacen libres; para que se respete la disposición se dispone que se registren oportunamente los nacimientos de hijos de esclavos, para que se asegure la libertad de los mismos.

No obstante esta libertad es sólo aparente ya que los niños debían permanecer en la casa del amo brindándole sus servicios gratuitamente, cuando cumplían los quince se “emancipaban” y desde allí se le asignaba un salario por su trabajo; sin embargo debía permanecer en el hogar del ex amo –ahora patrón- hasta los veinte años de edad. Se había establecido el patronato, que a grandes rasgos continuó siendo una esclavitud pero encubierta.

Las ideas revolucionarias, la ideología de la Ilustración y la visión capitalista que consideraba a los esclavos como mano de obra costosa y arcaica, llevarán a la decadencia del tráfico negrero pero la esclavitud seguirá vigente casi hasta mediados del siglo XIX. En Argentina se tuvo que esperar hasta 1853 para abolir formalmente la esclavitud, pero como Buenos Aires se había separado de la Confederación Argentina continuó con la misma hasta 1861.



[1] Freixa, Omer. Los esclavos africanos en el Nuevo Mundo. En: “Revista Todo es Historia” N° 524. Abril de 2011.

[2] Significa enterratorio y es el nombre que se le daba a los barcos dedicados al tráfico de esclavos.

[3] Coria, Juan Carlos “Pasado y presente de los negros en Buenos Aires”. Buenos Aires.1997. Sitio Web: Educar-Argentina. URL: www.educar-argentina.com.ar/CORIA/coria6.htm

[4] Gil, Montero Raquel: La ciudad de Jujuy y su campaña circundante: algunos aspectos de su población entre fines del siglo XVIII y mediados del XIX. En: Lagos, Marcelo (Coordinador) “Jujuy en la Historia. Avances de Investigación II” Universidad Nacional de Jujuy. Jujuy. 1995, p.57-80.

[5] Los géneros o efectos de Castilla eran diversos productos europeos, autorizados por la corona a ser importados a las Américas; estos consistían en manufacturas, materias primas, herramientas e incluso productos agrícolas.

[6] Archivo de Tribunales de Jujuy, en adelante A.T.J, caja n° 39. Legajo 1264. Año 1761-1762.

[7] A.T.J. Caja n° 61 BIS. Legajo 1962. Año 1791.

[8]*Archivo y Biblioteca Nacional de Bolivia. Expedientes coloniales. Adiciones 1741 N° 10. En: Cruz, Enrique. “La política social en el Antiguo Régimen”. Purmamarka Ediciones. Jujuy. 2009. p. 113.

Se tomó este caso de la bibliografía por ser uno específico de maltrato y resuelto en otra jurisdicción.

[9] A. T. J. Caja n° 71. Legajo 2241. Año 1805.

[10] A. T. J. Caja n°88. Legajo 2966. Año 1833.